martes, 17 de noviembre de 2009

Edición 014 "La Gotera". Semana del 16 al 22 de noviembre de 2009

Fiesta y Música Electrónica (art1)

Las resplandecientes luces de neón, la resonancia sonora que invade los sentidos, la transmisión rítmica conducida por el dj y la emoción de la gente bailando, nos describe el estado práctico de la música contemporánea en estos tiempos de globalización, es pues, la música electrónica no solo una innovación discursiva que ha hecho ruptura en la historia del arte, sino que es música que se superpone como optativa y abierta a pluralismos ideológicos... Pluralismo dado en la diversidad del espacio, donde incluso el espacio físico y social es cómplice sonoro, volviéndose instrumento, un instrumento espacial y flexible al igual que la música, música electrónica que es experimento y ensayo en si mismo (live), donde la libertad de expresión musical hilvana la creatividad, la satisfacción auditiva y entusiasta, elementos de medio que requieren del experto en su difusión y de los profesos en su baile, baile cuya estructura reglada es - lo no restrictivo, reglas etéreas que se ocupan de guiar los comportamientos en el baile, reglas del ritmo musical como elementos corpóreos dado el continuo movimiento, donde el cuerpo se adhiere a la eufonía en una infinita libertad del lenguaje expresivo, estética y kinesis; es así, como la música al hacerse espacio se hace fiesta, comprendiendo la fiesta como espacio que proviene de lo físico y se hace social, espacio dada la existencia de un (no) lugar material, bien una gran discoteca, un estadio, una playa, un gran parque…. Por ende, se hace social dada la existencia de individuos que haciendo prolongación de sus roles sociales se hacen participes del evento.

Los asistentes resignifican la fiesta como un espacio de diversión e integración, no real, al menos simulacro, propenso a su propio consumo, complaciente para los agentes de una sociedad susodicha por su atomización y automatización, creída de haber alcanzado la individuación, aún sin ser conciente de ello, sin embargo, finalmente no importa, pues, para sus asistentes sólo importa la innovación, el gusto y el placer vivido allende a las alteradas ansias de consumo, consumo “virtuoso” en su desvirtualidad; de este modo, la fiesta quiere compaginar aludiendo a los ancestrales rituales indígenas, practicados como procesos de catarsis o purificación del alma, desde una serie de sentimientos en unión con la naturaleza...

Paradójicamente las fiestas rave (…) son solo simulación, pues, en la historia contemporánea y aún en estos tiempos de “incertidumbre social”, se hace de la fiesta como momento de escape a las problemáticas subjetivas, pero para ello, el imaginario “(in)necesariamente” conlleva a que se requiera de la artificialidad para el logro anímico de sentirse alegre y complaciente, la subida del animo llega a ser tan rápida como frenética, de este modo, el consumo psicoactivo que alterna variedad de estimulantes como los colores lumínicos y la intensidad sonora, responden a un problema más, su adicción, como calmante dubitativo que revela la falta de solidaridad social y donde lo único que el consumidor a extremis obtiene es una mayor exclusión del entramado social.


Fabián Herrera M
est de Sociología.

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